La palabra, nuestra habilidad para ser libres Emp. Emilio Lledo
Emilio Lledó Íñigo es un filósofo español formado en Alemania, que ha sido profesor en las universidades de Heidelberg, La Laguna, Barcelona y Madrid. 5 de noviembre de 1927 (edad 93 años)
«La política, por lo general, está en manos de ignorantes (...) Y el político, dice Aristóteles, tiene que ser decente. Y si no es decente destroza la ciudad, todo lo que tiene a mano»
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Un poco sobre el:
Lledó dejó Sevilla a los seis años y se trasladó a Vicálvaro (suroeste de Madrid) con su familia. Allí fue donde un maestro de colegio, don Francisco, le mostró cómo un buen profesor, en un colegio público de un barrio obrero de Madrid, puede inculcar en un niño la curiosidad, el amor por la cultura y la devoción por la lectura. Al terminar la carrera de filosofía emigró a Alemania, donde casi sin hablar el idioma prosiguió su formación y se convirtió en profesor.
Su trabajo intelectual se mueve entre la interpretación de textos clave de la historia de la filosofía, y la meditación teórica sobre esta labor interpretativa. Está enraizado en la corriente hermenéutica y considera que el lenguaje es el elemento esencial en el pensar y en el instalarse del hombre en la sociedad o en la naturaleza. La filosofía no sería sino la meditación sobre tal instalación; y la historia de la filosofía se entendería como "memoria colectiva" del complejo proceso seguido por la humanidad.
En 1990, recibió el premio Alexander Von Humboldt del gobierno de Alemania. Fue nombrado "Hijo Predilecto de Andalucía" en 2003. En 2004 se le otorgó el XVIII Premio Internacional Menéndez Pelayo en reconocimiento a su trayectoria como investigador y docente en las Humanidades. Recibió en 2005 la "Cruz Oficial de la Orden del Mérito" de la República Federal de Alemania. En 2007, le fue concedido el II Premio Fernando Lázaro Carreter creado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
En el pueblo de sus padres, Salteras (Sevilla), se inauguró una biblioteca con su nombre. La Junta de Andalucía le concedió el Premios de Cultura María Zambrano 2008, por "su papel en la recuperación de la filosofía griega y el helenismo en España, así como su contribución al desarrollo de la hermenéutica en el panorama de la filosofía española contemporánea". En este mismo año, como homenaje a su labor docente, los profesores del nuevo Instituto de Educación Secundaria de Numancia de la Sagra, Toledo, acordaron poner su nombre al nuevo centro.
“Lo triste es un indecente con poder. Eso es lo que tenemos que evitar”
“He vivido la guerra y el franquismo, tengo una experiencia muy larga de esperanzas y desesperanzas. Cuando era profesor en La Laguna, Valladolid o Barcelona había la esperanza de que las cosas iban a mejorar. Y, de alguna forma, algo de franquismo sigue. El nombre de democracia sirve a mucha gente, a aquella a la que se refería aquel cartel que, durante la Guerra Civil, se veía en algunas calles ‘No pasarán’. Pero pasaron y, con todas las variaciones que sean, siguen pasando”
“El Alzheimer colectivo es todavía mucho peor que el Alzheimer individual, y un país sometido a la falsificación de lo colectivo es un país condenado”
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Emilio Lledó cumple 93 años, con una lucidez y energía que quedan patentes en su última entrevista a día de hoy. En ella, tras constatar el difícil momento que vivimos, “¿Qué razón habría hoy para seguir entusiasmados?”, Lledó responde sabiamente: “La esperanza. A pesar de todo hay que ser optimista, esperar algo positivo, creativo, verdadero. Esperanza es una hermosa palabra de la lengua”.
La esperanza (elpís, en griego) es una constante que recorre todos los escritos de Lledó, desde sus iniciales publicaciones de los sesenta, especialmente El concepto ‘poíesis’ en la filosofía griega (1961) hasta sus últimos libros, Dar razón. Conversaciones (2017), Sobre la educación, la necesidad de la literatura y la vigencia de la filosofía (2018) y Fidelidad a Grecia (2020).
Emilio Lledó es uno de los mayores pensadores de toda la tradición filosófica Europea. Aunque él diga que está cansado de ser “sabio oficial”, o que más que filósofo es profesor de filosofía, su sabiduría –que es conocimiento al servicio de la vida– y su condición de filósofo están fuera de toda duda: no solo porque él piensa que todos los seres humanos somos (o debemos ser) filósofos, sino porque en él se cumplen esas raíces etimológicas que le son tan gratas: él ama, con filía verdadera, el conocimiento y la sabiduría.
Así como los elementos materiales nos sostienen en el mundo físico, la palabra, que nos convierte en “el animal que habla”, nos hace aspirar a los grandes trascendentales, que son a la vez lo más concreto y humano: “Verdad” (Alétheia), “Bien” (Agathón), “Belleza” (Kalón). Porque la verdad funda la sociedad desde la palabra. Una palabra que cuando se corrompe corrompe también el alma de quienes utilizan el engaño y la mentira y de quienes se adhieren acríticamente a ellos. El bien y la belleza, siempre unidos (kalós kai agathós) son los que realmente nos humanizan.
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